Todos los caminos conducen a Roma

 En las calles de Roma uno puede encontrarse con formidables hitos de un pasado que al mismo tiempo se muestra tan lejano como cercano, con vestigios aún esplendorosos e historias todavía vivas en la memoria universal.

por Diego Horacio Carnio

Fiumicino, el principal aeropuerto de Roma, nos recibió poco después del mediodía, con cierto retraso por razones climatológicas. Desde allí abordamos el "Leonardo", un tren directo a Termini que por unos 14 euros por cabezo nos depositó en el centro de la Ciudad Eterna.  Unas pocas paradas en subterráneo y pudimos llegar rápido y sin problemas hasta Piazza Spagna, en cuyas inmediaciones se encontraba nuestro Hotel Croce di Malta, pequeño, antiguo y acogedor.

Con el ocaso del sol sobre las espaldas nos dirigimos a las escalinatas de la Piazza Spagna, uno de los tantos íconos de Roma que yo recordaba bastante bien de una visita anterior, realizada allá por 1993 con mi nonno Dino. Medité sobre esa característca que comparten la mayoría de las ciudades europeas: puede pasar mucho tiempo entre que uno visita un lugar del Viejo Mundo y el momento en que retorna a ese mismo sitio, pero la sensación es que los lugares, en Europa, se mantienen inalterables, pudiendo uno afirmar que el lugar que está mirando o pisando es exactamente el mismo que miró o pisó 20, 30 o 40 años atrás.


Fue en esas escalinatas tan célebres para el mundo de la moda que nos encontramos con nuestro amigo Enrique y su familia, tal como lo habíamos pensado meses antes en Buenos Aires, cuando ambos estábamos en la fase de planificación de nuestros respectivos viajes. Era 5 de enero y todos juntos disfrutamos de la Noche de Reyes, que aquí en Roma se la llama la "Befana", ya que en lugar de los archiconocidos Melchor, Gáspar y Báltazar, la protagonista de la noche es una vieja y bondadosa bruja que, a bordo de su escoba, lleva regalos a los niños, dejándole dulces a los que se han portado bien y carbón a los que se han comportado mal. Durante los festejos hay desfiles y muchos niños, jóvenes y adultos se pasean disfrazados por las calles de la ciudad, dándole a la celebración ciertas similitudes con el Halloween norteamericano, aunque aquí, en Italia, las raíces y los mitos que dan forma al festejo vienen repitiéndose desde hace más de mil años. Los festejos pueden observarse en todos los barrios, pero el lugar más simbólico para hacerlo quizá sea la Piazza Navona, donde hay un mercadillo específico dedicado a la Befana.

Entre desfiles y festejos, caminamos sin demasiada dirección y nos fuimos encontrando, casi al azar, con el Parlamento, con la Columna de Marco Aurelio, con las Galerías Antonio Sordi y con el Pantheon Romano. Para un primer pantallazo de la capital italiana no estaba nada mal. Esa noche terminamos cenando todos juntos, cual celebración de la Befana o de los Reyes Magos, en un bonito restaurante llamado Taverna Le Copelle, muy cerquita de la Fontana di Trevi, donde disfrutamos buenas pastas, algunas pizzas y un buen vino. La sobremesa la hicimos mirando las aguas de la Fontana di Trevi y luego nos retiramos a nuestros aposentos.

Al día siguiente, Día de la Epifanía, nos levantamos bien temprano porque ya teníamos nuestros tickets electrónicos para visitar el Coliseo, cuyo nombre oficial es Anfiteatro Flavio o Colosseo, éste último término surgido de la estatuo de un coloso colocada en las inmediaciones que hoy está desaparecida. Recomendamos sacar las entradas por la web oficial que les dejamos en la sección que se encuentra al final de esta crónica. Tengan en cuenta que así ahorrarán tiempo y practicidad. La entrada, además del Coliseo, incluye el Foro Romano y el Foro Palatino y los precios parten de los 22 euros.

De camino al Coliseo, nos detuvimos un buen rato en el Palazzo Venezia, sede del Partido Fascista entre 1922 y 1944 y desde cuyo balcón dió algunos de sus discursos mas famosos el Duce Benito Mussolini. Cerquita de allí, se levanta el gigantesco Monumento a Vittorio Emanuelle II, conocido también como Altar de la Patria, un complejo edilicio inaugurado en 1911, aunque sus trabajo de finalización se extendieron por lo menos por veinte años más. Se puede subir a las terrazas dle Altar y obtener lindas vistas, pero nosotros decidimos seguir rumbo al destino principal del día: el Coliseo Romano.

El Coliseo es de visita casi obligada en Roma, sobre todo si uno visita la ciudad por primera vez. Es uno de los edificios monumentales más célebres del mundo, cuya construcción comenzó en el año 71 de la era cristiana por orden del emperador Vespaciano. Le tocó a Tito, otro emperador, inaugurarlo en el 80, aunque la construcción finalizó un par de años más tarde. En sus años de gloria, sus tribunas podían albergar a más de 50 mil personas para ver los juegos de gladiadores y la dramatización de las batallas más grandiosas de la época romana. Incluso, el Coliseo podía inundarse para representar contiendas marítimas que casuaban la algarabia de todos los presentes en las gradas.

Estuvimos un largo rato paseando por el interior del inmenso coloso, imaginándolo colmado de gente y con los gladiadores en acción. Se pueden visitar varios de los niveles de las tribunas y también los túneles que tiempo atrás servían de vestuario a los luchadores. Ya en la calle, decidimos tomar un descanso y un café antes de continuar con nuestro peregrinaje hacia el Foro Romano. Fue así que pagamos el café más caro del mundo, pero nos dimos el gusto de sentarnos en el Ristorante Caffé Martini & Rossi y descansar con la vista perdida en los muros el anfiteatro más famoso del planeta.

Retomamos la dulce tarea de recorrer la zona arqueológica de Roma dirigiéndonos al majestuoso Arco de Constantino, erigido en el año 315 para conmemorar la victoria de Puente Milvio obtenida tres años antes por el emperador. Su imponencia queda en evidencia en sus 21 metros de altura, siendo éste el último gran arco que se construyó durante la Antigua Roma. El Arco se encuentra en la Piazza del Colosseo y es de acceso público y gratuito, aunque una de las mejores vistas se obtiene desde las gradas del propio Coliseo.

Camino a la entrada al Foro Romano equivocamos el camino -si, aunque parezca broma- y caminamos en ascenso hasta la la Chiesa di San Bonaventura al Palatino, templo ubicado en lo más alto de la colina Palatina y que fue, finalemente, un grato paseo. Por suerte, sus puertas estaban abiertas y pudimos conocer sus interiores sencillos que datan de la primera mitad del Siglo XVII.

Ya en las puertas del Foro Romano, debimos esperar un buen rato para que avanzara la fila y pudiéramos ingresar, a pesar de tener los tickets electrónicos anticipados. Al entrar por la Vía Sacra, lo primero que ven los ojos curiosos es el Arco de Tito, el cual sea tal vez el segundo arco más famoso de Roma que, aunque bastante más pequeño que el de Constantino, no por ello es menos imponente. Fue construido en el año 80 para rendir tributo al fallecido emperador Tito y sus victorias militares. A partir de allí, continúa el fabuloso viaje al pretérito que nos sitúa en las ruinas de los edificios y lugares en los que transcurría la vida de los romanos y se dirimían los destinos del imperio. Edificios gubernalentales, administrativos y religiosos se levantaban en esta zona de la antigua ciudad, donde también se prcaticaba el comercio y tenía lugar gran parte de la vida social, cultural y política de Roma. Mucho hay para ver en el Foro, destacándose el muy buen conservado Arco de Séptimio Severo y la Curia Julia, antigua sede del Senado Romano. Desde el Foro, una de las mejores vistas del Coliseo puede obtenerse desde la parte exterior del Templo de Venus y Roma, que es otro de los sitios imperdibles que no pueden pasarse por alto.


Uno podría pasarse varios días recorriendo el Foro y seguramente no terminaría de hacerlo y mucho menos en forma detallada. Los viajes también tienen esos momentos en los que hay que saber decir basta y dejar para otro viaje lo que no pudo verse. Eso hicimos, ya que seguramente algunas cosas nos queden en el tintero y otras hayamos pasado por alto, pero la noche caía sobre Roma y debíamos continuar nuestro derrotero imperial.

De regreso al hotel, pasamos un buen rato en Piazza Navona observando el trajinar de la gente y la Fontana de los Cuatro Ríos, uno de los cuales es nuestro archiconocido Río de la Plata. Esta fuente se encuentra en el centro de la plaza, mientras en sus extremos se ubican la Fontana de Neptuno y el pulpo y la Fontana del Moro, ambas de una calidad artístic invaluable. Invaluables son también los interiores de la Iglesia de Santa Inés en Agonía, con frescos y esculturas que hipnotizan a quien los mira.

Almorzamos unas pizzas en un lugar muy lindo y tradicional que se llama La Scalinata y que se encuentra muy cerca de Piazza Spagna. Gastronómicamente, toda Italia es impecable y Roma no se queda atrás. Si bien, como narraremos en futuras crónicas aún no escritas, en el interior se come mejor, no hay ninguna queja sobre los pormenores culinarios romanos. Las pizzas, a partir de los 8 o 9 euros, son ricas casi en cualquier pizzería que se precie de tal. Las pastas, generalmente a partir de los 12 eruros, igual. Platos más elaborados quizá salgan algunos euros más, pero generalmente están sabrosos. La oferta de vinos de todas las regiones y denominaciones itálicas están al alcance de la mano y los postres, típicos y no tanto, también. En las calles, no dejen de probar las castañas asadas, sobre todo si van en temporada invernal.



A pesar del cansancio, aún nos quedó tiempo para visitar los interiores del Pantheon Romano, que son verdaderamente excpcionales. Este edificio abovedado, con muchas formas circulares en su diseño, es en realidad el Panteón de Agripa, como rezan las inscripciones talladas en la piedra de su pórtico principal. Fue construido entre los años 118 y 125 y su conservación es excelente. En su interior descansan los restos mortales de Vittorio Emanuelle II, su hijo Humberto Primo y su esposa Margarita. Vale decir que estas tumbas son mantenidas y custodiadas por miembros de asociaciones afines a la ya inexistente monarquía italiana. El Pantheón es, también, el lugar donde reposan los huesos del famosísimo artista del Renacimiento Rafael Di Sanzo.

Hay más sobre nuestras peripecias en Roma, pero por razones de espacio y de dinámica del relato, aparecerán en una segunda crónica o capítulo... Por ahora no retiramos a dormir ya que mañana visitaremos el país más pequeño del mundo: el Vaticano.



+INFO:

  • Hotel Croce di Malta: Via Borgognona, 28, 00187 Roma RM, Italia - http://www.crocemalta.com/
  • Taverna Le Copelle: Via delle Coppelle, 38-39, 00186 Roma RM, Italia - IG: @tavernalecopelle - Web: http://www.tavernalecoppelle.it/
  • Coliseo: web para adquirir los tickets: https://colosseo.it/
  • Restaurante La Scalinata: Via di Sant'Andrea delle Fratte, 32, 00187 Roma RM, Italia - http://www.hostarialascalinata.com/ 


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