Pisa, mucho más que una Torre inclinada
A menos de una hora de Firenze, la icónica ciudad de Pisa guarda entre sus encantos mucho más que su Torre Inclinada y su Piazza dei Miracoli, en un entorno atravesado por el Arno y una contagiosa armonía en sus calles.
por Diego Horacio Carnio
El tren salió puntual desde Santa María Novella y llegó a la Estación Pisa Centrale a media mañana, en un viaje que dura menos de una hora y cuesta unos 20 euros el boleto de ida y vuelta en el día. En los comentarios previos nos encontramos con muchas opiniones que menospreciaban la idea de visitar la ciudad de Pisa, aduciendo la mayoría de ellas que tan sólo contaba con el atractivo de los edificios de su Piazza dei Miracoli. Pero fuimos igual y lo cierto es que más allá de su Torre Pendente -así su nomenclatura en italiano-, nos encontramos con una urbe bellísima que regala al visitante mucho más que la tradicional fotografía trucada en que uno aparenta sostener en pie la emblematica y torcida Torre.
La caminata iniciada en la estación del ferrocarril fue muy agradable. Apenas uno sale a la ciudad se tropieza con el Monumento a Vittorio Emanuele II, en la Piazza homónima, que retrata la figura del ex monarca vestido con su uniforme de comandante militar. Debe saber el visitante que Pisa se transformó en una importante ciudad comercial y cultural, que tuvo su auge en torno a los siglos XI y XVI. Cabe destacar la importancia de su Universidad, fundada en 1343. Tampoco es menor el dato que informa que aquí nació el famoso astrónomo Galileo Galilei.
Nuestro andar continuó rumbo a las orillas del río Arno siguiendo la Via Francesco Crispi, para cruzar el cauce de agua a través del Ponte Solferino, lugar ideal para una buena fotografia con el río y los edificios circundantes de fondo. Antes de cruzar al otro lado del río, les recomiendo tomarse unos minutos para acercarse a la pequeña Iglesia de Santa María della Spina, uno de cuyos muros linda directamente con el Arno, lo que le otorga un tinte de curiosidad a su existencia.
Tras cruzar el puente, la Via Roma nos condujo directamente a la Piazza dei Miracoli -de los Milagros en español-, lugar donde se levantan los edificios más emblemáticos de Pisa. Pero vayamos por parte... El ticket para acceder a todos los sitios, incluida la Torre, cuesta 27 euros. Puede parecer algo caro, pero teniendo en cuenta que ese boleto permite el ascenso a la Torre y el acceso al Duomo, al Baptisterio, al Camposanto y a los Museos de la Opera del Duomo y de la Sinopie, la sensación del costo se hace más tolerable. Por otro lado, ¿para algo vinimos hasta Pisa no? En este sentido, les cuento que las entradas se adquieren en la Opera della Primaziale Pisana, pero también personalmente en el edificio que esta entidad tiene en la Piazza dei Miracoli, justo detrás del Angelo Caduto -Ángel Caído-, una llamativa escultura que el artista polaco Igor Mitoraj, célebre por su talento para representar en sus obras de estilo posmodernista figurativo, creó en 2012.
En mi opinión, el ingreso y ascenso a la Torre Pendente valen mucho la pena. En primer lugar, dentro de la estructura uno puede observar todo el sistema de ingenieria puesto en juego para evitar que la inclinación se consume y la torre caiga, para lo cual existe un sistema de pesos y contrapesos que la sostienen en pie. La torre es, en realidad, el campanario de la catedral y desde su cima se puede visualizar la ciudad de Pisa en 360 grados, con postales fascinantes de la Piazza dei Miracoli. El ascenso es por una larga escalera circular que dada la inclinación de la torre puede generar leves mareos en quien la suba, pero el premio de hacer cumbre bien vale la pena.
Luego, nos trasladamos lentamente disfrutando del magnífico entorno hasta las puertas de bronce del Duomo, cuyo interior está a tono con su grandilocuancia exterior y uno queda impresionado con los techos y obras de arte que decoran suntuosamente el ambiente, en particular su púlpito tallado en mármol, obra de Giovanni Pisano. El templo fue fundado en 1064, pero obtuvo su consagración catedralicia en 1118. Muchas de sus partes han tenido que ser restauradas tras el voraz incendio que arrasó con Pisa en 1595.
Justo frente a la fachada principal del Duomo se encuentra el también famoso Baptisterio di San Giovanni, construcción que data del año 1152 y cuya circunsferencia supera los cien metros, con muros de dos metros de espesor y una altura de casi cincuenta y cinco metros. La acústica del lugar es excepcional, motivo por el cual se llevan a cabo pequeñas demostraciones sinfónicas para que aprecien los visitantes, comúnmente cada 30 minutos.
Nos quedaba por visitar el Camposanto, cementerio inaugurado en 1277 para concentrar las tumbas que antes se diseminaban por todo el espacio que hoy ocupa la Piazza dei Miracoli, convirtiéndose en uno de los primeros edificios destinados puntualmente al entierro de los difuntos. Sus largos muros de mármol son una de sus características principales, que se suma a los frescos pintados en su interior y alusivos a la eterna puja entre la vida y la muerte. Algunos miembros de la familia Médici y varios de los profesores más ilustres de la Universidad de Pisa se encuentran descansando eternamente aquí, por lo que se observan algunos monumentos funerarios dignos de ser vistos.
Salimos del Camposanto y cruzamos en línea recta la Piazza con dirección a la ciudad para llegar hasta el Museo della Sinopie, sitio donde pueden observarse las sinopias o bocetos de los frescos que decoran el cementerio y otros sitios de Pisa. El lugar es único en su temática y debe su existencia a los bombardeos que cayeron sobre la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial y que, literalmente, hicieron volar por los aires varios sectores del cementerio y provocaron un incendio que dejó a la vista las sinopias de muchas de las obras. Con un gran trabajo de restauración, desde 1979 esos bocetos están exhibidos en este valioso Museo della Sinapie.
Un par de horas habían pasado ya del mediodía y el hambre empezaba a calar hondo en nosotros, así que después de observar con detenimiento la bella Fontana dei Putti, nos apostamos en una de las mesitas de la vereda de la Pizzería Duomo, ubicada sobre la Via Roma, justo enfrente de la medieval Chiesa di Santa Clara.
Despues del almuerzo comenzamos a remontar la ciudad rumbo a la estación de trenes, obviamente cambiando de camino para conocer un poco más de la tranquila Pisa, por lo que bajamos hacia el Arno por la Via Porta Buozzi, bordeando el predio de la Facultad de Biología de la Universidad de Pisa y pasando por la puerta del Orto e Museo Botánico, con jardines que datan del Siglo XVI. Luego, ya en el margen del río Arno y por tan sólo 6 euros, visitamos el Museo Nacional del Palazzo Reale, un elegante edificio construido por Francesco I de Médici hacia la década de 1580. Es básicamente un museo de mobiliario, pero muestra la ostentosa forma de vida de las clases pudientes de los siglos XVI y XVII.
Muy cerquita, siguiendo el curso del río, pasamos por el Palazzo Vitelli y pegado a él, por la sede de la Universidad de Pisa, en una zona que por el horario estaba colmada de estudiantes. Más adelante, cruzamos el Arno por el Ponte di Mezzo y continuamos caminando de manera muy tranquila, al son de las calles de Pisa, hasta llegar a la estación del tren que nos llevaría nuevamente a Firenze y de allí a Milano. Pero esa será una historia que narraremos en nuestro próximo episodio.
Si mal no recuerdo, la Opera de la Piazza del Miracoli también posee un museo bastante interesante.
ResponderEliminarTal como señalas... Se encuentra en el mismo sitio donde se compran los tickets.
EliminarImpresionantes vistas!
ResponderEliminarUn lugar fantástico...!
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