Una fugaz visita a Milano

Capital de la región de Lombardía y principal centro económico e industrial de Italia, Milano es también una ciudad con una historia extraordinaria y una vinculación con el mundo de la moda como ninguna otra en el mundo.

por Diego Horacio Carnio

El tren nos dejó a media mañana en la Stazione Milano Centrale. La idea era disponer de unas cuantas horas en la ciudad para poder conocer de ella todo lo posible, en una especie de escala en medio de nuestra travesía de Firenze a Bérgamo, por lo que teníamos previsto un itinerario tentativo que incluía algunos de los principales puntos de referencia, aunque no todos los que hubiésemos querido.

Lo primero que debíamos hacer era dejar nuestras maletas en algún lugar seguro para poder recorrer las calles de Milán con más comodidad. Averiguamos opciones en la web y dimos con el paradero de Stow Your Bags, empresa dedicada a la consigna automatizada de equipaje que conocíamos por vez primera y que nos sería muy útil en otros destinos futuros de este viaje. De forma sencilla, guardamos allí las maletas y emprendimos sin peso extra nuestra aventura por las calles milanesas.

La primera de nuestras paradas fue en los Jardines Indro Montanelli. Este inmenso parque público es uno de los pulmones verdes de la ciudad y contiene en sus terrenos al Museo de Historia Natural y al Planetario. Luego, la Vía Alessandro Manzoni nos llevaría directo al famoso Teatro Alla Scala, a cuyo lado se halla el Museo homónimo. Este templo de la ópera y el ballet es uno de los más emblemáticos del mundo y fue inaugurado en 1778 con la ejecución de una obra de Antonio Salieri. No está de más decir que aquí se presentaron casi todos los grandes artistas italianos y que es una de las mecas de la lírica mundial, donde todo artista quiere presentarse al menos una vez en su vida.

Frente al Teatro se ubica la Piazza della Scala, antesala del Palazzo Marino y del Ayuntamiento de Milano y paso obligado en nuestro camino hacia la elegante Galería Vittorio Emanuele II, con una exquísita arquitectura y los negocios de marcas como Gucci, Prada o Louis Vuitton, entre tantas otras. La Galería, con sus grandes arcos y techos de vidrio, data de fines del siglo XIX y su nombre rinde homenaje al primer rey de la Italia unificada. Aquí se encuentra el histórico Caffe Biffi, fundado en 1867 por el Chef Pastelero de su Majestad Paolo Biffi.

Saliendo de la Gallería nos volcamos de lleno sobre la Piazza del Duomo, explanada inmensa y lugar de reunión tradicional de los milaneses. Desde aquí uno puede observar en su imagen más majestuosa al Duomo de Milano en todo su esplendor. Este templo gótico es uno de los más grandes del planeta, empezó a construirse en 1386 y sus obras finalizaron recién en 1965, en lo que fue un largo período en el que hasta el propio Napoleón Bonaparte tuvo protagonismo. Para ingresar al templo y subir a sus terrazas hay que obtener un ticket que conviene sacar a través de la web en la página oficial del Duomo di Milano, con un costo de 16 o 22 euros ya sea que uno elija subir a los techos de la catedral por escaleras o por ascensor. Nosotros optamos por los peldaños y debo decir que la subida no es tan terrible como para pagar de más o usar el artilugio del elevador. Pero vayamos por partes y empecemos por el interior del templo antes de ascender hasta sus cielos.

El interior del templo ya bien vale el costo de la entrada. La más renombrada obra de arte del Duomo es la Estatua de San Bartolomé, del escultor Marco de Agrate, que más que gustarme diría que me impresionó de sobremanera por la actitud del apóstol allí representado. No encontraba el porqué de esta sensación ante la obra hasta que dí con el motivo: el amigo Bartolomé fue desollado vivo, razón por la cual fue representado sin piel. Techos abovedados, refinados vitrales y diversos sepulcros rodean al altar principal. Era momento de elevarnos...

Yo recordaba de una anterior visita con mi nonno la aventura de caminar por los techos del Duomo. Hasta allí subimos y disfrutamos de vistas espectaculares para un lado y otro de la ciudad, en medio de las decenas de las agujas que dan al templo esa fisonomía que lo ha hecho tan famoso en todo el mundo.

Nuevamente en la nave principal del templo, caímos en la cuenta que nuestros tickets también nos daban acceso a un Museo Arqueológico que se encuentra soterrado debajo del Duomo y que es verdaderamente interesante, ya que permite ver excavaciones y observar los cimientos de la construcción.

Un rato largo estuvimos dando vueltas por allí hasta que nos percatamos que el tiempo se había escurrido con ligereza y que teníamos que empezar a pensar en el retorno hacia la Stazione dil Treno. Nuestra intención de visitar también el Castello Sforzesco quedaría sólo en eso y se convertiría en un buen motivo para intentar regresar pronto a esta linda ciudad del norte italiano. Caminamos las cuadras que nos separaban del tren, no sin pasar antes a recuperar nuestras maletas. Un expreso y un croissant marcaron el instante final en Milano antes de abordar el camarote del tren que un rato después nos depositaría en la Cittá di Bérgamo, punto central de nuestro próximo episodio viajero.



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