La breve y eterna tragedia de Guernica

La tragedia y el arte hicieron célebre al pequeño poblado vasco de Guernica, donde los bombardeos, la muerte y la famosa pintura de Picasso fueron testigos y herencia de uno de los episodios más crueles de la Guerra Civil Española

por Diego Horacio Carnio

Árbol Viejo de GuernikaÁrbol Hijo de Guernika

Eran aproximadamente las 4 de la tarde de aquel 26 de abril de 1937 en Guernica. Era lunes y era día de mercado, aunque la concurrencia a la plaza no era la habitual dada la cercanía del frente. Eran tiempos de Guerra Civil en España y el País Vasco no estaba excento de ese escenario. Guernica tampoco y en aquella tarde de lunes poco faltaba para comprobarlo.

En esos tiempos, Guernica -Guernika en euskera, oficialmente Guernika-Lumo-, se había convertido en un bastión de los Republicanos, además de ser uno de los símbolos de las identidades regionales -esta ciudad es considerada la cuna del pueblo vasco- a las que tanto de oponían las fuerzas franquistas. El frente de operaciones estaba muy cerca, pero las alarmas que comenzaron a sonar en la tarde de aquel lunes no dejaron de sorprender a las casi cinco mil personas que por entonces vivían en Guernica, que vieron aparecer en el cielo un enjambre de aviones alemanes e italianos que de manera coordinada y premeditada fueron dejando caer sus bombas sobre la ciudad y su gente.

El avance de los regímenes totalitarios sobre Europa era implacable, imparable e insaciable. En ese contexto, Benito Mussolini y Adolf Hitler decidieron implicarse de lleno en la contienda española, en la que Francisco Franco se aprestaba a derrocar al gobierno constitucional de la Segunda República. En su deseo se interponía Guernica y el lider fascista no dudó en aceptar la interesada colaboración de sus secuaces alemanes e italianos, quienes utilizaron el bombardeo como un entrenamiento más, como una práctica experimental de lo que pocos años después usarían, una y otra vez, contra distintos pueblos europeos durante la Segunda Guerra Mundial.


Aquella tarde de lunes la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria del Duce asesinaron a una trescientos pobladores de Guernica, aunque estudios más actuales indican que esa cifra sería se ubicaría en torno a dos mil víctimas fatales. El cielo vomitaba fuego y las bombas explosivas e incendiarias arrasaban con todo a su paso con tan solo tocar el suelo. Durante más de tres horas y media se sintió el rugir de las bombas y el ir y venir de la muerte por las calles del poblado. La escenografía era patética. Tan sólo unas pocas horas alcanzaron para dejar a la ciudad en ruinas. Sobre las calzadas y cunetas los cadáveres se amontonaban y mostraban escenas trágicamente inolvidables de madres muertas abrazando a sus niños, también muertos. Gritos y llantos de los supervivientes, sorprendidos en medio de la jornada por esa feroz tormenta metálica de proyectiles caídos desde el cielo, que dividiría a la historia de Guernica, del País Vasco y de España en un antes y un después, frontera simbólica que trascendería los límites geográficos y se conocería en el mundo entero como una de las acciones más viles y atroces que hasta el momento hubiera conocido la humanidad. El de Guernica fue el primer bombardeo dirigido deliberada y fehacientemente contra un objetivo civil... no sería el último.



La famosa pintura de Pablo Picasso, óleo sobre lienzo bautizado de manera homónima a la ciudad destruida que lo inspiró. Fue pintado en París y donado por el artista al Museo de Arte Moderno de Nueva York hasta que terminara el coinflicto en España, aunque en 1958 renovó el préstamo hasta que en la Península Ibérica se restablecieran las garantías constitucionales y las libertades democráticas que bajo el gobierno de Franco no existían. Bajo estas condiciones, el lienzo retornó a España en 1981 y actualmente se exhibe en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía. La obra de Picasso es la demostración artistica del horror que significó la tragedia de Guernica y es también el anticipo de lo que sería la Segunda Guerra Mundial a partir de 1939. La sobria paleta de colores elegida por el artista y el ensamble de cada uno de los personajes que se dispersan en el enorme lienzo conmueven a quien lo observa.

Guernica emergió literalemente de sus cenizas, de manera lenta y durante décadas. La mayor parte de sus edificios habían sido destruidos, pero su la masiva desolación no alcanzó a dos de los máximos exponentes del ser nacional vasco: la Casa de Juntas y el Árbol de Guernika sobrevivieron. La primera es el corazón del País Vasco, de su historia, de sus libertades y de su identidad. Sus orígenes edilicios se remontan a 1826 y aún hoy funcionan intramuros las Juntas Generales de Vizcaya. Por su parte, el Árbol de Guernika protegió con sus sombras a los nobles vizcaínos que en el Siglo XIV dieron forma y vida a los Fueros vascos, que dotaron a esta región de España de una amplia y notoria autonomía. Esta historia mucho tiene que ver con la idea separatista vasca que tan fuerte y en algunos casos tan violentamente se expresó en el Siglo XX a través de ETA, brazo armado del partido nacionalista vasco Euskal Iraultzarako Alderdia.

Quien pasee hoy por Guernica no debe esperar encontrarse con un bonito casco histórico, ni con una arquitectura deslumbrante, ni con altos exponentes del gótico eclesiástico. Todo eso se lo llevó el bombardeo de 1937. Pasear hoy por Guernica es sumergirse en esa breve pero eterna tragedia que silenciosamente, pese a su innegable resurgimiento, parece perpetuarse en cada rincón, en cada memorial, en cada esquina.

Nuestro intenso recorrido comenzó en la pequeñísima Saraspe Plaza, a unos pocos metros del predio que alberga a la ya mencionada Casa de Juntas. En párrafos anteriores les mencioné el Árbol de Guernika y ahora debo decirles que existen tres... ¡Si... Tres! Hasta 1742 los fueros se juraban ante el Árbol Padre, hoy inexistente. A partir de esa fecha, el protagonismo para las juras lo heredó el Árbol Viejo, un retoño del anterior. Hoy, del Árbol Viejo sólo se conserva su tronco, que perdura en un simpático templete circular a un costado de la Casa de Juntas. Las juras actuales y desde 1892 a nuestros días se hacen bajo las ramas del Árbol Hijo, cuyos retoños se han multiplicado por decenas y han sido plantados en diversos lugares del mundo.

Desde la Casa de Juntas caminamos por la Allende Salazar Kalea hasta llegar al Monumento a los Guerreros de Guernika, conocidos como Gudaris y ubicados en una explanada cercana a un conjunto de Refugios Antiaéreos que ayudaron a salvar la vida de decenas de personas durante los bombardeos de 1937. En la vereda de enfrente se sitúa el Euskal Herria Museoa, que exhibe testimonios de la vida cultural y política de la región. Mas allá, por la misma calzada, se encuentra el Mural que reproduce el Guernica de Picasso, realizado en mozaicos y cuyo epígrafe expresa el deseo de que la obra del genial maestro del cubismo sea expuesta en la ciudad que la inspiró.

Era lunes en Guernica y el crepúsculo amenazaba con devorar al sol. Caminamos un rato más por las calles de la ciudad, mirando un poco aquí y un poco allá. Era lunes en Guernica y era día de mercado, pero a diferencia de aquel lunes fatídico de 1937, no caerían bombas sino la noche y con ella, quizás, algunas de las nieves típicas del gélido invierno vasco.







Comentarios

  1. A nosotros nos faltó un Picasso para retratar los bombardeos a la Plaza de Mayo porque no hubo un artista que inmortalizara el evento, guardándolo en la memoria colectiva como lo hizo “Guernica”. Mientras tanto, aquí, aquel bombardeo se va diluyendo de la memoria.

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    1. Coincido... Aquel trágico fraticidio del 16 de junio de 1955, cuando aviones de la Aeronaútica bombardearon la Plaza de Mayo de Buenos Aires con el objetivo de asesinar al entonces Presidente Juan Domingo Perón no ha tenido su correlato artístico y testimonial que si tuvo el ataque a Guernica. Vale decir, para incluso entender aún más la trascendencia de lo ocurrido en el `55, que en la Argentina de aquellos tiempos ni siquiera se vivía un contexto bélico como el que si existía en la España de la Guerra Civil, aspecto que otorga mayor gravedad a ese siniestro acontecimiento de la historia argentina.

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