Bristol y los murales furtivos de Banksy

 Bristol, en el suroeste del Gran Bretaña y atravesada por el río Avon y el Canal, supo ser un centro portuario muy importante hasta mediados del siglo XX. Hoy es una de las ciudades más ecológicas del Reino Unido, a la vez que emergió como Meca del arte callejero a partir de los furtivos murales del misterioso Banksy.

por Diego Horacio Carnio - @labitacoraylabrujula

Bristol's Cathedral

Poco sabíamos sobre Bristol. Fue esa incertidumbre la que nos detuvo en la idea de pasar al menos una noche en esta ciudad inglesa, antes de continuar viaje hacia Cardiff, capital de Gales. Habíamos hecho la tarea de investigar y estábamos ansiosos por descubrir las obras del enigmático artista callejero Banksy, de visitar algunas de las iglesias que permanecían sin techo tras los bombardeos de la II Guerra Mundial y de experimentar en carne propia ese vínculo casi amoroso que la ciudad mantiene con el Río Avon y con el Canal de Bristol, los dos cursos de agua que la atraviesan y le otorgan una especial fisonomía urbana. Lo que encontramos superó nuestras expectativas.

Si bien el viaje desde Londres puede hacerse en ferrocarril o en avión, los tiempos y costes nos impulsaron a realizar ese trayecto de algo más de tres horas en autobús, en un viaje relajado que nos permitió conocer parte de la campiña inglesa.

Durante el viaje, investigué sobre el nombre de la ciudad, interés nacido seguramente en que el nombre Bristol tiene un profundo arraigo en la Argentina, principalmente por la playa homónima situada en el centro de la ciudad balnearia de Mar del Plata, aunque hay muchos otros lugares que fueron bautizados con la misma nomenclatura, debido a inmigrantes o inversores británicos originarios de la ciudad que aquí nos ocupa. Bristol es una derivación del vocablo Brymoostonin, que luego evolucionó en Bridgetown y de ahí a Bristol ya hubo sólo un paso. Básicamente y como ya imaginarán, Bristol significa Ciudad del Puente.

Temple gardens in BristolTemple churchCastle Park in Bristol

Era el mediodía cuando arribamos a la Bristol Bus and Coach Station, situada unas cuantas cuadras al norte del centro de la ciudad, desde donde incursionamos a pie con destino a nuestro Hotel, que en en este caso sería el Hilton Garden Inn Bristol City Centre, bonito aunque algo anticuado, sin que por eso haya perdido encanto. En el camino hacia nuestros aposentos, Bristol nos generó muchas expectativas. Atravesamos el pequeño St James`Park y remontamos toda la Union Street para llegar al Castle's Park, uno de los espacios verdes más lindos de la ciudad. Fue aquí donde alguna vez se erigió el Castillo de Bristol, una fortaleza de la que hoy quedan tan sólo algunos cimientos, muros y torretas en lo alto del parque. También en ruinas debido a los bombardeos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, cerca del castillo se mantiene en pie la Iglesia de San Pedro, que conservó sus muros pero perdió su techo debido a las bombas nazis. No sería la única iglesia sin techo que conoceríamos en Bristol. Hay varias y se conservan así como sitios de recuerdos a aquellos años grises que vivió Europa entre 1939 y 1945.

Ya en nuestro Hotel, dejamos las maletas en la habitación y aprovechamos que el restaurante del lobby aún permanecía abierto y almorzamos en una de sus mesas después de lo cual salimos al ruedo nuevamente.

Frente al hotel, un pintoresco y pequeño espacio verde se esparcía en el más absoluto silencio, entre la quietud de sus hojas caídas y la inexistencia del viento. Al menos esa fue la sensación que tuve al atravesar por vez primera Temple Gardens, un antiguo cementerio que perteneció a la Orden Templaria y que data de tiempos de las Cruzadas, en uno de cuyos extremos aún existe uno de sus muros originales. El antiguo camposanto tiene un sendero central, flanqueado por altos y fuertes tilos, que parecieran servir de custodios de la memoria a tan significativo lugar. A un costado, pese a haber perdido su tejado durante las incursiones aéreas de la Alemania nazi en la última guerra mundial, se levanta la Iglesia del Temple -Temple Church-, cuyos orígenes se remontan al siglo XII, cuando fue fundada por Caballeros Templarios como el centro de una comunidad monástica apostada en la zona. Cuando en 1310, el Papa decretó que la Orden del Temple debía cesar en su existencia, la iglesia que aquí nos ocupa perdió la forma circular tan característica de los edificios templarios para, refacciones mediante, tomar una geometría más rectangular.

No todos saben que en Bristol hay una Torre inclinada, cuya oscilación es tan sólo un grado menor que la de Pisa. Esa torre es justamente la que pertenece a la Temple Church que mencionábamos en el párrafo anterior y que según desde el punto y la perspectiva del observador, ese desliz arquitectónico se hace más o menos visible. Para tener una buena visión de la Torre y del resto de la iglesia, la bordeamos por completo. Luego, nos dirigimos hacia el ondulante y peatonal Castle Bridge para cruzar al otro lado del Canal de Bristol y volver a ver, con más detenimiento, el Castle Park.

Avanzamos por este lado del Canal siguiendo el ruidoso vuelo de las gaviotas, que se cuentan por cientos en Bristol, entre pequeñas y coloridas embarcaciones que surcan el agua de un lado al otro. Pasamos a un lado del Bristol Bridge, llegamos hasta el Monumento a los Marineros Mercantes y dejamos la costa por un rato para meternos entre los tradicionales pubs ingleses de la King Street. Algunos de estos bares son verdaderos museos, que cobijan al caminante del frío con enormes hogares a leña, al calor de cuyos fuegos uno puede disfrutar una copa de vino o un buen vaso de cerveza o de whisky. Estuvimos observando y eligiendo para más tarde sentarnos en aquellos que nos parecieran mas acogedores y vistosos, pero si queríamos completar la recorrida panorámica de la ciudad, debíamos seguir adelante.

Doblamos en la esquina de la calle King William, que nos llevó al corazón mismo de la ciudad de Bristol: la Queen Square. Pese a que su nombre menciona a la Reina, en el centro de esta enorme y cuadrada plaza domina la escena una estatua ecuestre del Rey Guillermo III. La plaza tiene pocos árboles, senderos de tierra y pedregal que la cruzan en diagonales cortadas por el pedestal del monumento y amplios rectángulos de un césped amarillento, al que el invierno no le ha tenido piedad. La plaza siempre fue un lugar central en la vida de Bristol y hoy, aunque en mucha menos medida, aún lo es. Fue aquí donde sucedieron los acontecimientos de 1831, en los que hubo disturbios, heridos y muertos. 

Más que la plaza, lo que vale la pena observar son los edificios que la rodean. Enormes casas georgeanas y victorianas se suceden una tras otra y algunas encierran verdaderas historias increíbles. Por ejemplo, una de las casas allí situadas perteneció al corsario Woodes Rogers, quien a principios del siglo XVIII dio un par de vueltas al planeta. En uno de esos viajes en busca de tesoros y botines, Rogers rescató al náufrago Alexander Selkirk de la Isla Juan Fernández, ubicadas a 670 kilómetros de la costa chilena, en medio del Pacífico. Esa historia serviría de inspiración unos años más tarde para que Daniel Dafoe escriba su magnífico Robinson Crusoe, en 1719.

No teníamos demasiado tiempo y queríamos llegar a la Catedral de Bristol a un horario acorde para visitarla; nos habían comentado que era un templo imponente y que sus interiores eran imperdibles. Dejamos atrás la Queen Square rumbo al sitio religioso, pero nuestros pasos se vieron interrumpidos por las aguas de un brazo del Canal, que servía de muelle y lugar de amarre a muchos botes y pequeños yates. Tuvimos que hacer un rodea que nos permitió conocer la Cascade Steps, una pequeña pero coqueta caída de agua sobre parte de la escalera que se encuentra allí, en la vía pública. Desde este mismo punto, uno puede abordar un ferry que conecta distintos muelles a lo largo del Canal y del Río Avon, una forma distinta de recorrer la ciudad de Bristol si se cuenta con el tiempo suficiente para esa aventura. Nosotros seguimos adelante a pie, pasando un breve momento por el muy diverso y nutrido Acuario Municipal y de allí, por medio de una inclinada escalera de sólidas piedras, nos fuimos en dirección a la Catedral, cuyo primer avistamiento fue desde su parte trasera, que daba justo a las escaleras por donde avanzábamos y subíamos. Ya situados cómodamente con nuestros pies sobre el parque que se extiende a un costado del templo catedralicio, nos quedamos un buen rato mirando los alrededores, sobre todo la iglesia, con enormes bandadas de grandes pájaros volando en círculo y otorgándole a la escenografía crepuscular una alquimia casi medieval.

La Catedral de Bristol es verdaderamente imponente. Abre sus puertas de 10 a 16, la misma franja horaria en que hay luz solar en los meses invernales. La entrada es gratuita y eso siempre es bueno, aunque el cura que está en la puerta obliga a uno a "donar voluntariamente" 5 libras esterlinas como mínimo para ingresar. El templo tiene más de 900 años de vida y de historia, lo que le resta dolor a aceptar la contribución propuesta por el sacerdote portero.

La Catedral nació en 1140 como parte de la Abadía de San Agustín. La Sala Capitular es de aquella primera época y fue la primera parte del templo hecha con piedra. Por las distintas fases que tuvo su construcción, que se demoró cerca de cuatro siglos, el templo es una combinación de estilos, predominando el normando, el gótico y el neogótico. De hecho, los aportes neogóticos datan de épocas relativamente cercanas, ya que se incorporaron al edificio en el siglo XIX. No está de más aclarar que esta Catedral que visitamos y sobre la que estamos escribiendo en estas líneas, es un templo que fue convertido al anglicanismo con el devenir de la historia medieval inglesa. La Catedral católica de Bristol es una estructura mucho más moderna que lleva por nombre San Pedro y San Pablo y queda bastante alejada de la zona céntrica.

Pegado a la Catedral anglicana de Bristol, en uno de sus jardines que es accesible al público, se encuentra un pequeño cementerio, cuyo tamaño es tan solo un engaño, ya que es uno de los sitios imperdibles no sólo de la Catedral, sino de la ciudad de Bristol en general. Lápidas de hace siglos y sepulturas tan antiguas como la historia misma, hacen que este lugar tenga un enorme atractivo para los amantes de las cuestiones necrológicas y tanatológicas. Incluso, en las inmediaciones y por la web, se ofrecen tours temáticos que prometen incluso la presencia de espectros y fantasmas, en visitas nocturnas cuyo primeros requisitos giran en torno a la valentía o al escepticismo.

Bristol's Cathedral

Escapamos vivos del Cementerio, lo cual no es poco. Tanto frío ameritaba una cálida pausa que llevamos de la idea a la realidad en el colorido café de la Biblioteca Central de Bristol. El edificio que alberga a la biblioteca es magnífico. Antiguo y bien conservado, cuanta en uno de sus extremos con un enorme pasadizo arqueado que se ha convertido en una de las postales más famosas de la ciudad. Ya dentro de la Biblioteca, aproveché la parada para hacerme el inglés y pedirme el té de las five o'clock, aunque ni me gusta demasiado el té ni eran las cinco en punto. Junto a una de las ventanas y desde el calor interior de la Biblioteca, disfrutamos del frío que imperaba en la calle mientras renovábamos energías para salir nuevamente al exterior, ahora en búsqueda de algunas de las obras del enigmático artista callejero Banksy.

Nos habíamos esforzado mucho en conseguir algún tipo de mapa o guía en papel que nos permitiera rastrear las distintas obras que Banksy ha hecho en Bristol, pero esa tarea fue infructuosa y nuestro anhelo de contar con un detallado mapa orientador quedó trunco. Por suerte, la mayoría de los murales estaban cargados en Google Maps, aunque hallarlos fehacientemente no fue algo sencillo.

Salimos de la Biblioteca y la primera de las obras de Banksy que veríamos estaba ahí nomás, doblando a la esquina de la Biblioteca, en uno de los costados de la Escuela que pertenece a la diócesis anglicana. Esta obra de Banksy quizá sea la menos llamativa de todas las que veríamos. No es mural, sino una frase escrita de manera arqueada sobre la zona de descarga de mercaderías, en una oración que se expande sin discriminar por las paredes, los marcos, las lámparas y la cortina de enrollar de ese sector. La frase dice: "You don't need planning permission to build castles in the sky", lo que podemos traducir como "no necesitas permiso para construir castillos en el aire". Quienes saben de Banksy afirman que este es el mural menos significativo del artista. A mi no me dio esa impresión...

Seguimos a la caza de otras obras de Banksy y para ello tuvimos que pasar por el semi circular Ayuntamiento de Bristol, un edificio que bien vale unas cuantas miradas, con una galería techada, varias estatuas y algunas fuentes. En forma de medialuna, el Ayuntamiento se extiende casi desde la puerta de la Biblioteca y de la Catedral, hasta la College Green Av., calle que cruzamos para encontrarnos frente a frente con una de las obras más famosas de Banksy: "Well Hung Lover" o en español, "Amante bien colgado", que muestra a un marido engañado asomado a la ventana y buscando al amante de la mujer, sin percatarse que el furtivo Casanovas cuelga al vacío aferrado del marco de la ventana.

La figura de Banksy surgió con fuerza en el arte callejero de Bristol hacia finales de la década del '80, cuando las pintadas con aerosol reclamaron su lugar dentro de las nuevas expresiones artísticas de aquella época. El misterio alrededor de Banksy es histórico y poco se sabe sobre su verdadera identidad, desconocida incluso para sus fanáticos y admiradores. Se cree que nació hacia 1973 o 1974. Se sabe que vino al mundo en Bristol y que desde aquí, a través de sus obras, conquistó una fama mundial. Se sabe, también, que ha sorprendido en numerosas ocasiones con sus obras, que aparecen al amanecer, misteriosamente, como su hacedor lo desea y lo planea. Bristol y Londres son las ciudades que Banksy más ha decorado con su arte furtivo, aunque muchas otras ciudades del Reino Unido y de otras latitudes fueron bendecidas por los aerosoles y las plantillas del enigmático muralista.

No todas las obras de Banksy en Bristol están cerca, por lo que si no se cuenta con algunos días en la ciudad, habrá que elegir que ver y que dejar para una futura visita. En esa encrucijada estábamos cuando decidimos que la tercera obra de Banksy que veríamos sería "The girl with pearl earring", que puede traducirse como "La chica del pendiente de perlas". El Google Maps nos fue guiando y como fiel compañero de aventuras nos permitió acercarnos de a poco a lugar señalado, pero se nos interpuso en el camino un obstáculo impensado, ya que para llegar al mural debíamos atravesar las aguas del Canal y donde estábamos no existía ningún puente, tan sólo un pequeño bote que hacía de ferry y cuyo piloto había colgado el cartel de "vuelvo enseguida". No quisimos esperar y seguimos adelante, bordeando el Canal y quedándonos con las ganas de conocer un tercer mural de Banksy y también el SS Great Britain, un barco museo típico de Bristol que muestra el interior de un trasatlántico de mediados del siglo XIX.

La costa del Canal, entre botes amarrados y vuelos de aves, nos llevó hasta el Anfiteatro y su enorme explanada a modo de plaza, que regala bonitas vistas de la unión del Canal con el sector de los muelles. Cerca de allí, cruzamos el Pero's Bridge, un puente muy moderno que debe su nombre a Pero Jones, un esclavo llegado a Bristol desde la isla caribeña de Nevis. El puente tiene un diseño muy atractivo y fue inaugurado en 1999, en el marco de las muchas renovaciones que trajo consigo el festejo del nuevo milenio en todo el globo. Bristol, en este aspecto, no fue la excepción. Lo más llamativo del puente son los dos enormes cuernos metálicos que lo decoran, a la vez que sirven como contrapesos cuando se activa la función levadiza del puente para que pase por allí algún barco de porte considerable.

Nuestros pasos se encontraron nuevamente con la Queen's Square para luego pasar por el Puente Báscula de Redcliffe, justo donde se ingresa al Club de Yates y Cruceros de Bristol. Unos metros más adelante, al virar en una rotonda, tuvimos la grata sorpresa de conocer casi por casualidad el Cementerio de los Cuáqueros -Quaker Burial Ground-. Este espacio es hoy más identificable con una plaza o jardín, aunque una placa recuerda su función original como camposanto. Los cuáqueros fueron una de las tantas ramificaciones religiosas protestantes surgidas en la Gran Bretaña de mediados del siglo XVII. Es muy curioso el origen del nombre del grupo. Si bien ellos se autodenominaban Sociedad de Amigos, la gente hizo prevalecer el término Quacke, que en inglés significa "temblor", para referirse a este grupo, que quedó bautizado para la historia como los Quackers, término que hace referencia a los temblores que los cuerpos de sus integrantes manifestaban al entrar en contacto con el Espíritu Santo. Más allá de todo esto y de los historiadores y estudiosos del protestantismo inglés, debemos a la conocida marca de cereal la difusión del nombre Quackers, en cuyas cajas además se puede apreciar el rostro y la vestimenta de uno de ellos, que algunas versiones identifican como la figura del filósofo cuáquero William Penn, mientras que otras creen que se trata del fundador del grupo George Fox. Los Quackers rechazaban rotundamente el consumo de alcohol y promovían como alternativa beber chocolate azucarado, por los que muchos los señalan como los inventores de la leche chocolatada.

Frente al antiguo cementerio de los cuáqueros, se alzan la sólida torre y la elevada aguja de la inmensa St. Mary Redcliffe Church, otro de los sitios que tenía marcado desde hace algunos meses en mi bitácora de viaje. Sobresaliente ejemplo del gótico inglés, los cimientos más antiguos de este templo datan del año 1185, aunque con el correr de los siglos le edificación ha tenido numerosas restauraciones y ampliaciones. Por ejemplo, la nave central se finalizó recién en el siglo XV y la aguja actual en 1872. En su interior, uno de los grandes atractivos es su techo, con bóvedas en piedra sustentadas en nervaduras muy vistosas.

Saciados con todo lo visto durante la jornada, caminamos las pocas cuadras que separaban la iglesia de Redcliffe de nuestro hotel, para descansar un rato antes de salir a cenar a alguno de los restaurantes que esperábamos que nos recomendaran en el hotel. Terminamos yendo, algo tarde y ya muy entrada la noche, hasta la zona de pubs de la King Street y nos sentamos plácidamente a comer y beber algo al borde del hogar a leña del King William Ale House, donde entre música y demás pasamos un final de velada sensacional. Ahora si era momento de retirarnos a descansar. Mañana debíamos madrugar para continuar rumbo a Cardiff, capital del País de Gales.

Nuestro recorrido por Bristol, Inglaterra.

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