La Torre, el Puente y el Museo: Londres, Episodio Dos

Nuestro segundo amanecer en la capital británica tenía horario de inicio en la famosa Torre de Londres; de allí en más la improvisación señaló un recorrido sin tiempos que nos fue llevando por algunos de los puntos más importantes de la City inglesa.

por Diego Horacio Carnio

London Tower

Apenas levantados de nuestras camas en el Queensway Hotel de Paddington, salimos a las calles con dos objetivos iniciales: conseguir algún desayuno digno y dar con la línea Circle del Underground, para llegar de forma subterránea y a tiempo a la Torre de Londres, uno de los íconos de la capital británica. Los tickets los habíamos obtenido con meses de antelación y marcaban las 10.30 de la mañana como hora de inicio del recorrido. 

Llegamos con puntualidad inglesa, valga la redundancia. La Torre de Londres, propiedad de la Corona y oficialmente llamada Palacio Real y Fortaleza de su Majestad, guarda una extensa historia que se remonta a fines del año 1066, cuando Guillermo el Conquistador hizo erigir sobre la margen norte del Támesis un sólido edificio que en 1078 terminó siendo la Torre Blanca. Enseguida, además de constituirse como una fortificación defensiva casi inexpugnable, la Torre se convirtió en un lúgubre y sangrienta prisión, al menos desde el 1100 en adelante. Monarcas posteriores como Ricardo Corazón de León, Enrique III o Eduardo I hicieron modificaciones arquitectónicas, sobre todo a lo largo del Siglo XIII, pero no modificaron el uso de la fortaleza como cárcel para los enemigos de la Corona. La Torre de Londres no ha tenido cambios significativos en su estructura desde aquellos lejanos tiempos, conservándose como un complejo de edificios protegidos por un doble perímetro amurallado, que todavía hoy, más de mil años después, se mantiene casi intacto. Desde el siglo XV, la Torre fue cada vez utilizándose menos como residencia y más como presidio, siendo a partir del XVI ésta su función principal por las próximas centurias. Vale decir, para ordenar un poco el relato, que se denomina Torre de Londres a la totalidad del complejo amurallado, conviviendo en ese interior diferentes torres y edificios que constituyen en sí mismos espacios distintos y diferenciados.

Son muchas las historias que perviven entre los muros de la Torre. Encierros, torturas, ejecuciones y asesinatos son ingredientes presentes en muchas de ellas. En este marco sangriento, podemos mencionar los casos de Ana Bolena -el sitio donde fue ejecutada por orden de su ex esposo el rey Enrique VIII está señalado con un memorial- o de los pequeños niños príncipes, herederos al trono pero asesinados en 1674 por su tío para quedarse con la corona. Otro que encontró el final de su vida en la Torre de Londres fue Sir Tomás Moro, decapitado por orden de Enrique VIII por desobedecer sus órdenes. El autor de Utopía esta enterrado en la fortaleza.

White Tower in London TowerAna Bolena MemorialLondon Tower

Dentro de la denominada Torre Blanca, situada en el centro de la escena y rodeada por todos los demás edificios del complejo, se encuentra actualmente la Armería Real, conformada por enormes cantidades de armaduras, espadas y otras armas de la era medieval. También, uno puede encontrarse con las vestimentas guerreras de antiguos reyes y caballeros. En las entrañas de la Torre Blanca es indispensable visitar St. John's Chapel, una capilla semi circular y totalmente de piedra que sirvió de sitio de rezo y reflexión de los primeros monarcas ingleses que vivieron aquí entre los siglos XI y XV. Fuera de la Torre Blanca, el templo principal del complejo es la Capilla Real de San Pedro y Vincula. Se cree que antes de construirse la capilla, el sitio ya era utilizado como lugar de culto desde los orígenes del cristianismo.

Muy cerca de la Capilla Real de San Pedro y Vincula se levanta la Torre Beauchamp, sitio de encierro de muchas de las personalidades más importantes que fueron privadas de su libertad en algún momento de la historia, donde es imposible no conmoverse al recorrer sus pasillos, escaleras y calabozos, en cuyas paredes han dejado sus mensajes prisioneros de todas las épocas.

Al salir de la Torre Beauchamp, cruzamos el patio interno de la fortaleza rumbo al Waterloo Block, edificio ultra custodiado donde se atesoran y exponen las Joyas de la Corona del Reino Unido. Fue el único de todos los sitios al interior de la Torre donde tuvimos que esperar unos veinte minutos a que avanzara la fila para ingresar. Una vez dentro, fuimos atravesando puertas blindadas y bóvedas inviolables en medio de una celosa custodia, a la vez que nuestros ojos se dejaban encandilar con el brillo de las distintas piezas que componen el tesoro real inglés, destacándose coronas, espadas y cetros que han usado reyes y reinas durante sus coronaciones y reinados. La Corona de San Eduardo el Confesor quizá sea la pieza más valiosa de toda la colección, siendo simbólicamente la más importante del Reino Unido. Otra pieza de culto es el famoso Diamante Cullinan, el diamante en bruto de mayor tamaño que se haya encontrado en el mundo.

London TowerWaterloo BlockTower Bridge of London

Son realmente muchos los espacios que pueden visitarse dentro de las murallas de la Torre de Londres y si uno no quiere pasar todo el día dentro de ella, habrá que elegir y relegar alguno. Lo que nadie podrá pasar por alto al visitar este histórico sitio es la presencia de los Beefeaters, quienes con sus vistosos y tradicionales atuendos, son los custodios de esta Fortaleza del Rey. El término Beefeater es el que popularmente se usa para hacer referencia a los Yeomen Warders, grupo de guardias que desde el siglo XV mantienen a resguardo la Torre de Londres. Es curioso ver a los Beefeaters durante el recorrido, a veces subiéndose a unas tarimas para poder observar y hablar ganando algo de altura. Hoy son 35 los Beefeaters que custodian el edificio más antiguo de la actual Londres. Todos ellos son personas retiradas de las Fuerzas Armadas británicas y tuvieron que contar con al menos 22 años de servicio intachable para aspirar a ser parte del cuerpo de guardianes. El famoso Gin homónimo muestra en su etiqueta la figura de un Beefeater con su traje de gala, que no es la misma vestimenta que suelen portar en la cotidianeidad de sus días.

Abandonamos la Torre ya pasado por mucho el mediodía. Lo hicimos por el costado de la Puerta de los Traidores, algo que en el fondo de mi ser disfruté mucho. Enseguida nos encontramos con las aguas del Támesis frente a nosotros y hacia nuestra izquierda uno de los puentes más conocidos del mundo: el Puente de la Torre o el Bridge Tower. Muchos confunden el nombre al referirse a este puente levadizo construido por el arquitecto Horace Jones entre 1886 y 1894, llamándolo erróneamente como London Bridge, puente que si bien existe, cruza el río unos cuantos metros más arriba. Su estilo es gótico victoriano, definido por ley para armonizar con la cercana Torre de Londres. El Puente combina dos estructuras colgantes en los extremos cercanos a cada orilla y una estructura central rígida y sostenida por las dos clásicas torretas. El puente puede cruzarse de manera peatonal sin ningún inconveniente. Son 244 metros de una punta a la otra que atravesamos con los ojos bien abiertos. También está la posibilidad de abonar unas cuantas libras esterlinas y ascender a las pasarelas que se extienden en altura, entre ambas torres. Allí funciona un Centro de Exposiciones.

Tower Bridge

Al otro lado del Támesis, decidimos caminar por el paseo que costea al río, en dirección al HMS Belfast, un buque destructor de la Segunda Guerra Mundial que desde 1972 se mantiene anclado en el mismo lugar y funciona como Museo Naval.

El hambre comenzaba a golpear las puertas de nuestros estómagos. El cercano Borough Market podía otorgarnos la solución a nuestra hambruna, a la vez que nos permitiría recorrer uno de los tradicionales mercados callejeros londinenses. No se imaginen aquí una especie de mercado de pulgas o de ramos generales. Todo lo contrario. El Borough Market es una incesante sucesión de productos gourmet y delicatessen para todos los gustos, aunque no para todos los bolsillos. Además de puestos para comprar o comer al paso, hay una cantidad enorme de pequeños restaurantes, aunque ninguno de platos típicos porque a excepción de pasteles de carne y fish and chips, los ingleses no cuentan con platos típicos. Probamos algunos quesos al paso. Valentín, por su parte, devoró el Hot Dog más caro del mundo observando la alta cúpula de la Catedral de San Pablo que se levantaba a lo lejos, al otro lado del río.

Terminada la pausa culinaria, nuestra intención era caminar bordeando el Támesis un rato más, degustando visualmente algunos de los modernos edificios que se han sumado en las últimas décadas a la geografía londinense para luego cruzar a la otra orilla para visitar la inmensa Catedral de San Pablo. En el camino, nos topamos con el Shakespeare's Globe, réplica del teatro isabelino que fuera testigo de la puesta en escena de las más renombradas obras del más famoso de los escritores de la lengua inglesa. Ahí nomás, se nos abrió una encrucijada. Teníamos las puertas del Tate Modern Museum al alcance de nuestras piernas. La disyuntiva era entrar o continuar camino por el Millennium Bridge, pasar por la Catedral y continuar a paso sostenido para llegar al Museo Británico antes que la noche y el cierre nos impida visitarlos. Señoras y señores, debo decir que la segunda opción fue la elegida.

The Shard

El Millennium Bridge, como su nombre lo indica, es una estructura relativamente nueva de Londres, que cruza el Támesis a la altura del Tate Modern de un lado y de la Catedral de San Pablo, del otro. Construido para conmemorar la llegada del año 2000, es sólo peatonal y su estructura es de estilo futurista. Lo cruzamos y luego caminamos lentamente las dos cuadras que separa al río de la inmensa Catedral, que se ubica en el mismo lugar donde se levantaba la anterior, que fue destruida en el incendio de 1666. La actual, con su vistoso domo, se inauguró en 1710 y desde entonces se convirtió en uno de los templos más distinguidos de la ciudad.

Desde aquí emprendimos la larga caminata que nos llevaría hasta el Museo Británico, enorme como pocos, que alberga una larga lista de tesoros de toda índole que llegaron a Inglaterra en los tiempos en que Londres era la capital de un poderoso imperio, lo que explica que en sus salas se exhiban los relieves del Partenón de Atenas, la Piedra Rosetta, tumbas de faraones egipcios, una cabeza de Rapa Nui son sólo algunos de los innumerables y valiosos objetos traídos por la compra o el ultraje desde todos los rincones del mundo. Nadie debería estar exento de tomar consciencia de esta realidad, esperando que llegue el día en que los objetos reclamados por distintos países como propios, retornen a los lugares de donde fueron sacados. Fuera del juicio de la historia a estas situaciones residuales del viejo colonialismo, el Museo Británico es un sitio que no puede dejar de ser visitado por quienes apoyen sus pies en Londres. 


Rosetta StoneBritish Museum Rapa Nui

No queríamos que el día culminara sin haber visitado algunos sitios londinenses que, tras salir del Museo, quedaban más o menos uno después del otro. Esa caminata nos llevó, primero, a Chinatown, el barrio chino londinense que no es tan diferente a otros barrios chinos de otras grandes ciudades. El siempre presente arco chino y las farolas de papel que cruzaban de un lado a otro las calles fueron lo más colorido y característico, más allá de los productos asiáticos como arroces, salsas de soja y chucherías variadas.

Nos desviamos unas cuadras para pasar por algunas calles del Soho londinense y luego retornar sobre nuestros pasos para llegar a Piccadilly Circus, sitio céntrico que desde que se me apareció en las páginas de muchas de las novelas policiales que alguna vez he leído, se convirtió en un lugar que siempre quise conocer. Piccadilly es la calle más comercial ubicada en el West End de Londres. La palabra Circus refiere a la rotonda que es en definitiva el lugar, el cual existe como tal desde 1819 y conecta varias calles dando dinamismo al tráfico. En el centro de la rotonda, accesible al publico como una plazoleta, se encuentra la estatua, no muy grande por cierto, de un ángel con arco y flecha identificado con Anteros, que en la mitología griega es la personificación del amor. A Anteros lo rodea una fuente, ubicada allí en honor al Conde de Shaftesbury, un filántropo de la primera mitad del siglo XIX. En los tiempos actuales, la postal más representativa de Piccadilly Circus es sin dudas la luminosa esquina curvada, cuyos neones y pantallas dan vida al lugar. Desde aquí, nuestro amigo el Underground se encargaría de llevarnos nuevamente a nuestros aposentos para descansar, ya que mañana nos espera otra hermosa jornada londinense.

Chinatown in Londonlondon's chinatownPiccadilly Circus



Itinerario del segundo día en Londres

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