Tras los pasos de Gaudí en Barcelona
Barcelona es, desde hace décadas, una de las mecas turísticas de Europa y una de las ciudades más visitadas del Viejo Mundo, que guarda muchísimos tesoros por descubrir como el legado arquitectónico de Antonio Gaudí, el Mercat de La Boquería, el Barrio Gótico, la Rambla, la Barceloneta y mucho más.
por Diego Horacio Carnio
Nuestros primeros pasos por Barcelona nos llevaron al encuentro del inmenso Arco del Triunfo diseñado por José Vilaseca como pórtico de entrada a la Exposición Universal de 1888, que se llevó a cabo en el vecino Parque de la Ciudadela, donde uno puede encontrar gratos espacios verdes, espejos de agua y llamativas esculturas.


Desde el Parque, en dirección al sur de la ciudad nos internamos en uno de mis barrios preferidos de la Ciudad Condal: el Barrio Gótico. Tras caminar algunas calles llegamos a la Basílica de Santa María del Mar, que se hizo muy popular en la serie de streming "La Catedral del Mar", nombre con el que erroneámente muchos se refieren a este imponente templo del Siglo XIV, de inmensas columnas y magníficos vitrales. Bien vale pagar los 5 euros que cuesta el ticket para conocer sus amplios interiores distribuidos en tres naves y con una iluminación natural que le otorga aires místicos al entorno. El Prebisterio, la Bóveda de la Girola y la cripta son imperdibles si uno visita el interior. Muy cerca de esta iglesia se levanta el muy interesante Museo Picasso, donde se pueden observar más de 3000 obras del pintor, entre ellas su famoso Arlequín.



Era hora de empezar a pensar en comer algo, motivo por el cual pusimos marcha en dirección al Mercat de La Boquería, desviándonos únicamente para pasar por la bonita Plaza Real, donde admiramos las farolas diseñadas por Antonio Gaudí en lo que fue una especie de intriducción al mundo del arquietecto que veríamos, más adelante en nuestro viaje, reflejado en las fachadas de algunos de sus edificios mas emblemáticos. Pero eso será historia de próximos párrafos... por el momento, adentrémonos en el laberíntico y colorido vientre del Mercat de La Boquería.
Oficialmente, La Boquería se llama Mercado de San José -Mercat de Sant Josep en catalán- y se sitúa sobre la concurrida Rambla de Barcelona. Inaugurado en 1840, este mercado municipal es un verdadera emporio de lo que a uno se lo ocurra, pero fue su faceta gastronómica la que lo hizo mundialmente conocido y lo convirtió en una de las principales atracciones para los viajeros que llegan a esta parte de España. Alimentos crudos, muchos de ellos provenientes del mar, se mezclan con platos gourmet cuidadosamente elaborados en las cocinos de los distintos puestos. Recomiendo dedicarle tiempo de calidad al mercado, sin andar a las corridas, estableciendo huecos para probar diferentes platillos y para conversar e interiorizarse sobre pescados, crustáceos y especias que aquí se venden. En algunas de sus barras, probamos bombas de gazpacho, burritos, bocadillos de calamares, papas bravas y algunas copas de variadas etiquetas de vinos blancos de la región.
Al día siguiente, continuamos nuestra ruta desde la Rambla hacia la Catedral de la Ciudad, luego pasamos por Plaza Catalunya y desde alli, tras los pasos de Gaudí, caminamos felices por las calles de Barcelona hacía las construcciones más icónicas del arquitecto catalán.
Decidimos caminar hasta la Basílica de la Sagrada Familia, quizá la obra más aclamada y conocida de Gaudí, para iniciar desde allí nuestro derrotero marcado por la brújula del constructor catalán que vivió entre 1852 y 1926.
Las torres más altas de la Sagrada Familia emergieron en nuestras vistas mucho antes de llegar a sus puertas. Es como si una fuera descubriendo tamaña obra en etapas, en partes, como desenvolviendo un sueño de a poco. El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia -así su verdadero nombre-, comenzó a levantarse en 1882 y aún está en construcción, aspecto que no sorprende demasiado dada la magnitud y detalle de la obra. El templo es magnífico por fuera y por dentro, pero para ver sus interiores hay que abonar un ticket que, según sus características, va desde los 26 a los 40 euros. Es caro, pero vale la pena cada centavo del costo para conocer en profundidad este edificio fantasioso, casi surrealista.






Algo más de un kilómetro separa a la Sagrada Familia de la Casa Milá, nuestro próximo destino en este itinerario gaudiano autogestionado, que permite entre obra y obra, disfrutar de la ciudad, de su vida cotidiana, por calles que no suelen ser las más concurridas de la Ciudad Condal.
La esquina donde se ubica la Casa Milá, comúnmente llamada La Pedrera, se encuentra sobre el bello y transitado Boulevard de Grácia. Las formas curvas, la ausencia de aristas y sus techos abovedados son sus marcas visuales más llamativas. Construída entre 1906 y 1910 a partir de un encargo privado de la familia que le da nombre, se encuentra abierta al público desde 1987 y recibe más de un millón de visitantes por año. Como en casi todas las obras de Gaudí, los valores de las entradas no son baratos, pero si el bolsillo lo permite, la visión de los interiores vale realmente la inversión.
Siguiendo ruta por el Boulevard o Pase de Grácia, a unas tres manzanas de distancia nos encontramos con otra de las obras cumbre de Gaudí: la Casa Batlló. Esta llamativa residencia se construyó entre 1904 y 1906 y fue, en realidad, una remodelación de un edificio ya en pie. Su fachada principal es de una esfervencencia visual única. Las barabdillas de sus pequeños balcones cambian a medida que uno sostiene la vista en ellas, pasando de una forma abstracta a representaciones variadas entre las que me pareció ver, sobre todo, antifaces y calaveras. Respecto a los interiores, se repite la misma condición que en las otras obras de Gaudí... no es barato, pero lo vale. Si tienen que elegir por cuestiones presupuestarias entre ingresar a la Casa Milá o a la Casa Batlló, yo me quedo con esta última, con sus curvas, su patio interno, su contrafachada y sus soberbios vitrales.
En el devenir de la caminata se nos pasó el día. Ya era hora de cenar y elegimos El Nacional, conocido restó barcelonés. Comimos bien, pero si tengo que elegir me quedo con el lugar que visitamos para almorzar, el Bar 24 Tapas, ubicado en un subsuelo pero que también tiene mesas en la vereda. Sepan, si lo visitan, que sus raciones son pequeñas, ricas y algo elevadas de precio.
Fueron dos jornadas intensas en Barcelona. Mucho quedó por conocer, lo que representa la mejor excusa para volver pronto por estos pagos... Pero ahora toca continuar rumbo a la cercana Mataró para, desde allí, recorrer parte de la Costa Brava de Cataluña.
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