Memorias de Praga

Algo mágico se esconde en cada rincón de Praga, en las figuras juguetonas de su Reloj Astronómico, en las altas y puntiagudas torres de la Iglesia de Tyn, en el Puente Carlos, en el Castillo, en las aguas del Moldava, en los pasos de Kafka o en la Casa Danzante.

por Diego Horacio Carnio

El tren llegó puntual a la Estación Central de Praga. Apenas había amanecido y el frío calaba hondo cuando comenzamos a alistarnos para remontar la ciudad en busca de nuestro Hotel, ubicado en pleno casco histórico, muy cerca de una de las orillas del río Moldava que atraviesa la ciudad. Ya en esas primeras calles la capital checa comenzó a deslumbrarnos, algo que sería parte de la hermosa rutina que viviríamos en Praga en los siguientes días.

El recorrido iniciático hacia las habitaciones del  Hotel U Zlatého Stromu fue una caminata de unos treinta minutos desde la estación del ferrocarril, transcurso en el cual pudimos conocer la Sinagoga Jerusalén y la Torre de la Pólvora -en checo Prasná Brána-, un pórtico medieval de estilo gótico que aparece en el itinerario antes de desembarcar en la Plaza de la Ciudad Vieja, epicentro simbólico de Praga al que volveríamos una y otra vez durante nuestra estancia en la ciudad. Caminamos unas pocas cuadras más y unos metros antes de llegar al Puente Carlos y a las aguas del Río Moldava dimos con el hotel, nos acomodamos y ordenamos un poco y salimos sin pausa a cruzar miradas de amor con la urbe más importante de la República Checa. El único problema era... ¿Por dónde empezar?

Ese dilema existencial continuaba presente en nuestras mentes al salir del hotel y posicionarnos sobre la calle. A nuestra izquierda, asomaba imponente el Puente Carlos, cuya historia ya contaremos, seduciéndonos para acercarnos a él y cruzar al otro margen del río y descubrir el Castillo de Praga por un lado o el barrio de Malá Strana por otro. A su vez, sabíamos que hacia nuestra derecha llegaríamos nuevamente a la Plaza Vieja, a su Reloj Astronómico, a su Ayuntamiento y a la fantasiosa Iglesia de Tyn. En Praga, todos los caminos conducen a sitios que hay que ver y nosotros decidimos empezar por su corazón y trasladarnos en primera instancia a la Plaza Vieja.

Las callecitas regalan postales a cada paso, con negocios de dulces típicos y construcciones que parecieran escapar de las páginas de un libro de cuentos de hadas. Llegamos al Reloj Astronómico, ubicado sobre uno de los muros de la Torre del Ayuntamiento, cuando faltaba poco para las 13 horas, momento en el cual asoman de su mecanismo las figuras de distintos personajes que la gente espera y recibe entre aplausos y tomas fotográficas. El reloj no sólo da la hora, sino también la fecha exacta y las posiciones del sol y de la luna a través de un complejo dispositivo medieval que combina agujas y círculos para lograr una precisión absoluta. Las figuras que se encuentran en su exterior representan la Vanidad, la Avaricia, la Lujuria y la Muerte, siendo esta última la que agita en su mano un reloj de arena como símbolo del inexorable paso del tiempo que iguala a todos los seres en el lecho de La Parca. Cuando el reloj marca la hora indicada aparecen en sus dos ventanas las figuras de todos los apóstoles. Las partes más antiguas del mecanismo del reloj datan de 1410, agregándose las restantes con el andar de los siglos. En su larga historia, los daños más severos sufridos por el reloj acontecieron a pocas horas de la capitulación alemana en 1945, cuando en un acto de siniestro vandalismo los soldados nazis apuntaron y dispararon sus tanques contra el Ayuntamiento y el Reloj Astronómico, debiendo éste ser reparado y puesto a funcionar nuevamente en 1948.

Esperando que suene el Reloj Astronómico

Si hablamos del Reloj, no podemos dejar de hacer referencia al Antiguo Ayuntamiento o a lo que quedó de él después de los daños ocasionados por los alemanes al final de la segunda contienda mundial. Por suerte lo que quedó en pie no es poco y es muy interesante. Tras sus puertas, el Ayuntamiento guarda un valioso museo que mezcla mobiliarios y decoración de épocas tan lejanas como el siglo XIV. Pero además, vale la pena guardar energías para subir los muchos peldaños que llevan hasta el mirador de la Torre, desde donde se obtienen fantásticas vistas de la Plaza y de los edificios lindantes, entre ellos la Iglesia de Tyn, con sus dos majestuosas torres góticas como protagonistas. Tengan en cuenta que República Checa no tiene al Euro como moneda, por lo que deberán cambiar dinero en alguna de las muchas casas de cambio para pagar las 300 Coronas Checas que cuesta la entrada al Museo del Ayuntamiento y a la Torre. Para que hagan cuentas, esas 300 Coronas equivalen a algo más de 11 Euros.

Impresionados por la vista en altura de la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn, al bajar de la Torre nos fuimos directamente hacia ella, guiados por su fachada que es una de las imágenes más deslumbrantes que Praga regala a las retinas de sus visitantes. La construcción de este gran templo gótico transcurrió entre los siglos XIV y XVI y el desarrollo urbanístico ha dejado a la iglesia rodeada de casas, motivo que complica al visitante encontrar la puerta de entrada a sus interiores, los cuales no alcanzan a cumplir con las expectativas que la fachada y los muros exteriores generan, pero que obviamente hay que conocer. El nombre del templo deriva de una colonia románica de comerciantes que llevaba adelante sus actividades en la plaza de Týnský, de donde deviene su nombre actual.

En cuanto a la amplia Plaza, debemos decir que es la más antigua de la ciudad vieja y que en ella se levantan dos estructuras interesantes. Por un lado, la elevada Mariánský Sloup o Columna Mariana levantada en 1650, demolida junto a la caída del Imperio Austrohúngaro en 1918 y vuelta a erigir en 2020. Por otro, el Monumento a Jan Hus, que reconoce la figura del clérigo reformista que murió quemado en la hoguera en 1415. El Monumento se inauguró en 1915 y muestra el éxodo de los protestantes checos tras la derrota en la batalla de la Montaña Blanca de 1620.

Nuestra visita a la Plaza Vieja sirvió también para probar a modo de almuerzo algunos platillos de la comida callejera local, como las robustas salchichas y los deliciosos codillos de cerdo que se asan lentamente en los fogones a leña, que sirven también para refugiarse del frío invernal de Praga.

Dedicamos un buen rato de la tarde a recorrer sin prisa las distintas callejuelas y pasadizos de esta parte de la ciudad, seducidos hasta la médula en cada paso de nuestro andar y casi sin querer llegamos hasta la Biblioteca Municipal de la ciudad, donde se encuentra la ya famosa Columna de Libros, una interesante instalación artística que al asomarse en ella da la sensación de un pozo infinito de libros, ilusión creada mediante un ingenioso juego de espejos.



Caía la noche y con ella también algo de nieve. Era hora de sentarnos a cenar y elegimos el bonito e histórico Restaurante U Zlatého Hada, cercano al hotel, sobre la calle Karlova, donde disfrutamos de exquisitos Goulash y de unos estupendos vinos blancos checos. Con las panzas llenas, nos retiramos a nuestros aposentos para descansar, aunque el amanecer nos sorprendió rápidamente. Había mucho por hacer y conocer en nuestra segunda jornada en Praga.

Desayunamos en el hotel y salimos al encuentro del guía de un Free Tour altamente recomendable titulado "Praga bajo el nazismo", que desanda la historia y el sufrimiento de la ciudad y de sus habitantes durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Sobre todo porque fue aquí donde el temible Reinhard Heydrich ejerció su cargo de Protector de Bohemia y de Moravia y persiguió de manera brutal todo atisbo de rebeldía o resistencia checa. Ese sadismo y esa brutalidad ejercida por Heydrich fueron también los motivos que lo llevaron a la muerte, acontecida en las calles de la capital checa, donde fue herido gravemente tras el atentado perpetrado cuidadosamente por miembros del Ejército Checoslovaco en el exilio ayudados por integrantes de la Resistencia local como parte de la Operación Antropoide, una historia que no sólo merece permanecer en los anales del heroísmo y de la épica, sino que también merece un párrafo aparte y hasta una entrada independiente en este Blog.

Una película y un libro narran muy bien los acontecimientos de los que estamos hablando. El libro lleva por título HHhH y lo escribió Laurent Binet. Su enigmático título significa la iniciales en alemán de la frase "el cerebro de Himmler se llama Heydrich" y relata no sólo la operación que acabará con la vida del jerarca nazi sino también la búsqueda del autor para narrar una historia lo más cercana a la realidad posible. En cuanto a la película, intitulada Anthropoid, nos pone cara a cara con la heroica acción de los paracaidistas que llevan a cabo la misión y también con su trágico final, porque al fin y al cabo ellos también encontraron la muerte al final de esta historia, ya que tras atentar y herir a Heydrich, los tres soldados que llevaron a cargo la parte más difícil de la misión deben ahora esconderse. Miles de tropas alemanas los buscan rincón por rincón en toda Praga, mientras ellos y otros cinco paracaidistas que fueron parte pasiva y de apoyo del atentado, intentan esconderse en casas de miembros de la resistencia. Los nazis, literalmente, les pisan los talones, por lo cual muchos de quienes los ayudan van cayendo en las garras del Tercer Reich, sin saberse nunca más nada de ellos. Pero nuestros héroes logran refugiarse en la pequeña Iglesia de San Cirilo y Metodio, donde en forma absolutamente secreta piensan quedarse hasta que la furia de los nazis se aplaque y la búsqueda pierda rigor. Pero una traición los delata y los alemanes rodean la iglesia. Ellos resisten. Resisten a las balas, al intento de inundar la cripta y ahogarlos y a cada irrupción alemana en el interior del templo. Son miles de soldados y de SS contra ellos que apenas son ocho y empiezan a sufrir el cansancio y las heridas. Pronto empiezan a caer los primeros héroes, aquellos que fuera de la cripta pero en el interior de la iglesia, repelían las incursiones alemanas. Lo hicieron hasta el final, hasta caer en combate. Pero al interior de la inviolable cripta aún resistían los paracaidistas restantes, mientras los alemanes lograban dar con la puerta secreta del reducto subterráneo gracias, otra vez, al mismo traidor. Volaron la tapa de la cripta con explosivos y se adentraron en ella. Desde dentro, los checos resistieron y causaron varias bajas entre las filas nazis, pero al final llegó el final. Un final que fue a mano propia, porque todos los héroes cumplieron con el pacto de suicidarse antes de ser atrapados por los alemanes. Sobre el traidor, llamado Karel Curda, debemos decir que cobró la recompensa ofrecida por los alemanes, pero al finalizar la Guerra fue atrapado, enjuiciado y ejecutado por cargos de alta traición. Su nombre en la República Checa es hoy una de las mayores ignominias que pueden existir. Pero no puedo nombrar al traidor sin mencionar a los héroes: Jan Kubis, Jozef Gabcic, Josef Valcik, Adolf Opalka, Josef Bublik, Jan Hruby y Jaroslav Svarc. Los tres primeros fueron los autores materiales del atentado. Todos murieron en la Iglesia de San Cirilo y Metodio.

Volvamos al viaje y al Tour en el cual estábamos, que luego de recorrer históricos lugares finaliza en esta misma Iglesia donde se refugiaron los asesinos de Heydrich. Un lugar impactante, que conserva aún las marcas de las balas en sus muros y en el que uno puede acceder de forma totalmente gratuita no sólo al templo sino también a la cripta, a ese refugio casi mítico donde murieron los héroes checos, que se mantiene tal como se encontraba durante los episodios narrados en el párrafo anterior.

Después de almorzar, emprendimos el cruce del Moldava a través del Puente Carlos para visitar el Castillo de Praga. El Puente Carlos es uno de los símbolos de Praga, casi tan emblemático como el Reloj Astronómico o la Iglesia de Tyn. El Puente Carlos debe su nombre al rey que ordenó su construcción, que empezó en 1357 y finalizó casi cincuenta años después. Con mas de 500 metros de longitud y unos diez de ancho, el Puente fue durante muchísimo tiempo la única vía que unía los márgenes del Moldava. Tiene tres torres que le bridaban protección en épocas medievales, siendo la que se ubica en la Ciudad Vieja uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura gótica de la ciudad. En muchos momentos, el Puente es una suerte de atelier al aire libre de artistas que crean en vivo sus obras, la mayoría de ellas retratos de los visitantes o paisajes de las orillas del río. A un costado de la Torre del margen de la parte vieja, se encuentra la Casa Museo del famoso compositor Bédrich Smetana, íntimamente ligado al nacionalismo checo.

Ya del otro lado del río, subimos lentamente las escaleras hasta la parte más alta de la colina, donde se encuentra el Castillo de Praga, que más que un castillo es una verdadera micro ciudad, con el Palacio Presidencial, el Museo de Armas, la Catedral y muchos otros espacios dentro de sus límites. Antes de entrar decidimos tomar un café y comer algo, lo que nos permitió observar el vistoso cambio de guardia del Castillo, cuya fachada guarda rasgos arquitectónicos en los que vale la pena detenerse por un rato. Vale decir también, que este castillo fue el centro del poder alemán durante la ocupación nazi, siendo visitado por el mismísimo Adolfo Hitler y convertido en las oficinas del gobierno ilegítimo de Heydrich.

Los primeros datos ciertos que se tienen sobre la existencia del Castillo datan del año 880. Una vez dentro de sus muros nos dispusimos a recorrer el enorme complejo compuesto por palacios, iglesias y recintos administrativos. No es menor el dato que aquí dentro desempeña sus funciones el actual Presidente checo. Si tengo que elegir unlugar dentro del Castillo, ese sitio sería el Callejón del Oro, una pintoresca y conservada calle medieval donde uno puede observar las pequeñas moradas tal como se estilaban usar en la Edad Media. Es aquí donde se pueden ver armaduras, espadas y otras armas medievales, ademas de acceder a los calabozos reales en el mismo lugar donde finaliza el Callejón y desde donde se obtienen vistas muy bellas del Moldava y de la Ciudad Vieja.


Abandonamos el Castillo y nos dirigimos con prisa, antes de que anochezca, al barrio de Malá Strana, sin dudas una parte de Praga que no debe dejar de visitarse para disfrutar de sus tranquilas calles y apacibles plazoletas. Malá Strana aún cuenta con numerosos palacetes que se construyeron tras la orden de varios monarcas que deseaban tener cerca del Castillo a sus nobles, con la doble intención de poder recurrir a su consejo rápidamente y tenerlos vigilados al mismo tiempo. Regresando, nos dimos el gusto de visitar la Casa de Franz Kafka y comer algunos dulces tradicionales que vendían en el café del lugar.

Al día siguiente, bordeamos el río Moldava, visitando la isla artificial que se encuentra debajo del pintoresco Puente de las Legiones, mientras enfrente nos deslumbraba la fachada del Teatro Nacional, con sus techos dorados e inmaculados. Continuamos luego hasta llegar a la intrigante Casa Danzante, diseñada por Vlado Milunic en la década de 1990, cuya arquitectura deconstructivista y posmoderna representa en sus formas a una pareja de bailarines que, según dicen, está inspirada en Ginger Rogers y Fred Astaire. Es interesante aportar aquí que la casa, no sin polémicas por su estilo, fue construida en uno de los pocos espacios dañados por bombardeos de la Segunda Guerra, ya que Praga no fue tan asolada desde el aire como otras ciudades europeas. Un par de apostillas más sobre la Casa Danzante: dentro hay un bonito restaurante con vistas al río y un centro cultural. Para finalizar, les confieso que personalmente, a mi me pareció ver en la fachada de esta famosa casa a una pareja bailando tango. Quizá haya sido la nostalgia, pero sobre opiniones e interpretaciones no hay teoría que valga.

Después de unos pasos de baile con la Casa Danzante, remontamos la ciudad para llegar a un lugar que no queríamos dejar de conocer estando en Praga: la Plaza Wenceslao. Esta plaza, que se asemeja más a un boulevard y que se encuentra en la denominada Ciudad Nueva de Praga, fue testigo y lugar de numerosos episodios de profunda importancia histórica para la República Checa y en algunos casos, para el mundo entero. Aquí se proclamó la independencia de Checoslovaquia en 1918, se perdió esa independencia frente a los nazis que utilizaron este espacio para realizar grandes y triunfalistas desfiles y también fue aquí donde hubo protestas y hasta suicidios en contra de la invasión soviética en 1969. Pero quizá el evento más recordado para el mundo que haya sucedido en Plaza Wenceslao sea la llamada Revolución de Terciopelo, que abrió las puertas de salida del Pacto de Varsovia y propició las condiciones para las independencias por separado de Chequia y Eslovaquia y su inclusión en la Unión Europea y el mundo occidental. En uno de los extremos de la Plaza Wenceslao se sitúa el Národní Muzeum, el Museo Nacional de Praga que bien vale una visita. En el camino, nos topamos con la Cabeza de Franz Kafka, que suele girar disruptivamente pero que esta fuera de funcionamiento por el ahorro de energía ante la Guerra en Ucrania. También aprovechamos para probar algunas cositas que nos llamaron la atención en las calles de la capital checa.

Ya era tarde cuando volvimos al hotel. El horario de partida de nuestro tren a Berlín estaba cada vez más cerca. Armamos las maletas... la capital alemana nos esperaba.





Comentarios

Entradas populares